El sábado 2 de septiembre de 1989, el periódico fue blanco de un atentado terrorista orquestado por Pablo Escobar y sus sicarios. Alrededor de las horas de la mañana este cartel usó un carro bomba para destruir el diario. La noticia del atentado trascendió de inmediato y poco a poco fueron llegando al lugar periodistas, empleados y directivos.
A Pablo Escobar Gaviria no le bastó con asesinar a Guillermo Cano, director de El Espectador, destruir la escultura en su homenaje, forzar el exilio de sus hijos y asesinar al abogado de la familia; Pero años más tarde atentó el diario y todo su entorno. Dos días después de la explosión, amenazó con volver a bombardearlos. La amenaza de un nuevo atentado no se cumplió.
“La situación llegó a un punto crítico el martes 10 de octubre cuando, con diferencia de pocas horas, fueron asesinados en dos lugares de la capital antioqueña los gerentes administrativos y de circulación, Martha Luz López y Miguel Soler. La presión era tan fuerte que a finales de 1989 El Espectador tuvo que cerrar sus oficinas en esa ciudad y su principal corresponsal, Carlos Mario Correa, se vio obligado a trabajar oculto en una oficina privada para salir del asedio”. (Osorio y Navarrete 2014).
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